Me dan miedo todos esos mensajes porque tienen el respaldo de los hechos de quienes, desde la indiferencia ideológica, desde la mentira y la corrupción de las ideas, desde la complicidad evidente con ellos, les sirven de coartada, hacen digerible el mensaje para demasiados incautos.
No sé que harán los españoles. Sé que están desarmados ideológicamente, que no saben a quién creer. Y eso no es culpa del PP en exclusiva. Pero tenemos que apostar porque este país quiere vivir sin tutelas, quiere aprender de sus errores y construir algo verdaderamente nuevo. En momentos precisos ha sabido reaccionar y estar a la altura. En esos momentos, solo la traición y la mentira lo han doblegado ( 23-F y referendum OTAN). También existe una bondad y sentimientos solidarios que tuvieron su mayor exponente en las manifestaciones contra la violencia de todo tipo (23-F, muerte de Miguel Ángel Blanco y 11-M).
Los mensajes que llaman a la conciencia y al ejercicio de la ciudadanía, a la unidad frente a todos los que de hecho la niegan, nos niegan y ningunean, los que queremos explicar lo que nos ha pasado, lo que pasa y lo que viene si no reaccionamos de forma determinante y contundente, esos son mensajes muy necesarios pero mucho más complicados de entender. Tenemos internet, pero no es suficiente. De los que lo usan, no todos leen escritos como éste ni los comparten. Hay muchos mensajes que confunden más que aclaran, hay muchos debates estériles o interesados, hay poca unidad real, hay demasiadas precipitaciones y ocurrencias.
Desde las organizaciones políticas no salen o no son difundidos nada más que los mensajes que interesan en cada momento en los medios de comunicación. Han renunciado al activismo en la calle. No responden a la situación real, enredados en la dialéctica de la obtención del voto, en el control de los aparatos partidarios para mañana ser los votados.
Por eso hay que apelar a los ciudadanos como tales, sean o no militantes, simpatizantes o votantes, a que actuemos unidos, con cabeza fría y animados por la confianza en nosotros mismos. Nadie tiene que salirse de sus partidos ni renegar de sus preferencias, es suficiente que éstas no le impidan estar con el resto de ciudadanos para un objetivo común: salvar al pueblo y la democracia.
Propongo una guía que sirva a todos los que quieran unirse por ese objetivo:
1.- Lee, escucha, piensa y vence tus miedos. Tu cabeza es el primer campo de batalla en el que debes vencer. Vence todo lo que te lleva a la apatía, la indiferencia y la resignación. Es decir, ponte las pilas, ACTÍVATE.
2.- Habla, comparte, da esperanza, activa a otros, organízate si no lo estás, y si lo estás consigue que tu organización se una a otras. No colabores en buscar diferencias que no son esenciales ahora. Olvida las rencillas internas o externas del pasado.
3.- Busca la eficacia de la acción en lo concreto. Apoyar a los más débiles suele ser la mejor manera de atacar al enemigo común. Si son las víctimas directas y concretas del poder que nos oprime, ayuda a que se ayuden y sean el ariete de nuestra lucha. Trasmite esperanza a desahuciados, parados, para que el sufrimiento no sea estéril.
4.- Compromete al que cree tener poder de representación a que hable y actúe como nosotros queremos. Sea del partido que sea, tiene que responder a nuestras demandas o irse a su casa. Rompe la agenda de los que gobiernan, deben ser útiles, leales y honrados o se tienen que ir y responder de sus actos.
5.- Todo lo que hagas debe ser obedeciendo a las leyes justas, a los principios democráticos, a los derechos de todos, y nunca la violencia es un arma del pueblo que se siente seguro de sus razones y determinado a imponerlas ejerciendo el poder soberano que en toda democracia debe ser el poder real, el único, el PODER CIUDADANO.
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