jueves, 24 de mayo de 2012

PODER CIUDADANO

La sociedad humana actual está enfrentada a retos que nunca antes ha vivido para los que todas las herramientas tradicionales se están demostrando insuficientes, inútiles o contradictorias con el objetivo de hacer realidad los derechos más elementales que en una parte del mundo creíamos consolidados, al menos para la mayoría de ciudadanos.

Los poderes tradicionales de los Estados nacionales, las organizaciones y organismos supranacionales, las organizaciones políticas, sindicales, ONGs y movimientos sociales, por diferentes motivos en cada caso, no están en condiciones de garantizar la vida digna de la humanidad, en un marco de convivencia pacífica y de seguridad de los ciudadanos en la posibilidad de realizarse como tales.

Como respuesta a la guerra económica con todos los medios a su alcance incluido la política, que no sólo no descarta el uso de la fuerza militar o represiva sino que la presupone, que los poderes financieros, cada vez menos invisibles, han declarado al resto de la Humanidad, están surgiendo respuestas espontáneas que necesitan pasar de ser un contrapoder sin estructura organizada, a ser el Poder Ciudadano que construya, sobre las bases de las mejores experiencias e ideas de trasformación humana, una NUEVA HUMANIDAD.

En el movimiento 15M hemos detectado la existencia y necesidad urgente de este poder ciudadano, esa fuerza primaria que debería ser siempre la única fuente de legitimación de todo poder. Cuando proponemos cambios y alternativas presumimos que tenemos la fuerza y la legitimidad para implementarlos. Cuando paramos un desahucio la ejercemos. Más allá de la solidaridad con los afectados, nos estamos atreviendo a usar un poder que nos es consustancial por el hecho de tener derechos.

Todo derecho, para ser real, tiene que llevar aparejado la posibilidad de imponerse cuando es cuestionado, limitado o vulnerado, contra los que los cuestionan, limitan o vulneran. Esa posibilidad nos exige el deber ciudadano de comprometernos con la defensa de esos derechos ejerciendo el poder que nos corresponde individualmente para conformar juntos la soberanía popular, el Poder Ciudadano para organizar la sociedad de la igualdad en derechos y deberes, de la convivencia sobre la base de la justicia, de la paz y la alegría, de la verdadera libertad.

La Humanidad de hoy está desarmada, desorganizada, desinformada, alienada e indefensa ante la magnitud de las agresiones y los peligros que se levantan ante ella que amenazan la supervivencia de la especie humana.

Llegó la hora de dar lo mejor de nosotros mismos, de ejercer con plena responsabilidad nuestro derecho a organizarnos y a elegir un Nuevo Camino, a planificar y construir sobre otros cimientos.

Las bases de este Poder Ciudadano son el poder y las capacidades de cada ciudadano para afrontar sus necesidades y realizarse como tal. Un poder que se suma al resto para pensar y actuar constructiva y pacíficamente desde una visión global como premisa de las actuaciones concretas en cada lugar y situación. Pensar globalmente y actuar localmente.

Para hacer visible y efectivo ese Poder Ciudadano cada uno debe superar identificaciones y encasillamientos estériles que se han demostrado nocivos y fuente de conflictos permanentes. Cada uno es lo que es por lo que demuestra con cada decisión personal ante la realidad que vive. Respetar los procesos personales de cada uno para llegar a ser consciente de la necesidad de un cambio personal y colectivo es imprescindible, pero también lo es impedir que lo parcial o instrumental lastre a lo global, lo compartido por la mayoría.

Nos debemos proponer iniciar un proceso de constitución como Poder Ciudadano de todas las comunidades básicas desde la base territorial de los pueblos, barrios y ciudades para que todas las voces sean oídas, todas las víctimas se activen en la resolución de sus problemas, en definitiva, todas las energías sean aprovechadas en la construcción de un buen vivir individual y colectivo.

En España tenemos la experiencia inicial de las Asambleas de Barrio del 15M y los grupos y plataformas de Afectados por la Hipoteca. Contamos con colectivos, asociaciones y organizaciones que desde siempre han realizado labores sociales, reivindicativas, culturales etc, pero que se han de insertar en la visión global y una actuación coordinada. Desde el inicio vamos a sernos muy útiles socialmente pero no buscamos hacer beneficencia sino la ayuda mutua y cooperativa fruto de compartir visión y objetivos en la realidad concreta de cada barrio, de cada pueblo.

Los métodos de participación directa y de democracia participativa deben ser lo más trasparentes y eficaces, pero también deben ser los que consumiendo menos energías produzcan la mayor Unidad y Coherencia con los objetivos. Los mecanismos de decisión o elección de representantes, son herramientas para un fin, nunca un fin en si mismo. El compromiso de participación lleva implícito que, dado el caso, se ha de asumir ser elegido para cualquier tarea o representación, así como la responsabilidad en el cumplimiento del mandato. Por este motivo habría que tender a incentivar la creatividad, la capacidad de propuesta, el reparto de trabajo en la realización de los acuerdos y la continúa evaluación de los resultados.

El desarrollo de la empatía y el cuidado mutuo debe ser la sabia que nos nutra como un cuerpo vivo y poderoso. El dominio de los tiempos necesarios para la maduración de las ideas y las adaptaciones a valores que no nos han sido inculcados, es imprescindible para el crecimiento personal y colectivo.

El 15M no es el fruto sino la semilla. Hoy ya es una plantita en algunos sitios a la que tenemos que regar y abonar. Tenemos que seguir extendiendo la semilla en la conciencia individual y colectiva porque lleva el mejor ADN de los mejores seres humanos y experiencias colectivas que en el mundo han sido.

Si lo tuviera que ejemplificar lo haría en Mahatma Gandhi, el poder de los humildes y pacíficos pero conscientes y activados.

Algunas propuestas concretas:

Ese poder organizado de los ciudadanos debería hacer público que declara libre de desahucios de la vivienda habitual su pueblo, barrio o ciudad, en los casos de impago por pérdida de empleo y similares.

Ese poder popular organizaría por todos los medios a su alcance la forma de garantizar el alimento, y cualquier necesidad básica para el desarrollo de la infancia y de las personas necesitadas. Para ello sería necesario crear una red autogestionada que optimice los recursos disponibles empezando por exigir respuestas de las administraciones públicas, actuando en consecuencia ante la respuesta de aquéllas.

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