domingo, 26 de mayo de 2013

MENTIRA

La mentira tiene su mejor aliada en la desmemoria del pueblo. Rajoy y  los que ayer nos vendían unidos que España iba bien, nos dicen hoy que la burbuja del ladrillo y la corrupción del PP, fueron culpa de Aznar. No lo reconocerían si no fuera porque usan sus pecados del pasado como armas arrojadizas en su lucha por el poder, pero deberíamos saberlo sin esa ayuda. Sólo necesitamos memoria.

Con memoria, verdad y justicia, Aznar no tendría que ser rechazado por ser un bocazas para los suyos, sino por ser un reconocido delincuente internacional que, contra la inmensa mayoría de este pueblo, nos metió en una guerra por intereses bastardos.

Con memoria y contando con los dedos, sabríamos que no saldremos el año que viene de la crisis, que la deuda privada pedida para pagar el dinero que  infló la burbuja, es impagable; que el paro nunca se resolverá en este régimen de poder del dinero sobre los ciudadanos.

Ahondando un poco más descubrimos que única crisis real es producto del déficit  de soberanía del pueblo, de la ausencia de poder real para decidir, individual y colectivamente, qué vamos a hacer con nuestras vidas, ante la realidad de que nos tratan como mercancías en manos de banqueros.

El poder del dinero cada vez se esconde menos. Estos días tenemos aquí a los inspectores de la Troika como prueba de la insignificancia de personajes como Aznar, Felipe, Rajoy, Rubalcaba, que antes servían como títeres de feria para distraer al personal, pero ahora con decir Europa, déficit, austeridad, es suficiente. Al dinero no sólo no le preocupa el descrédito de los políticos por haber sucumbido a sus encantos. Eso está dentro de su guión para en un momento dado sustituirlos por sus propios hombres de negro.

 El cambio comienza, por tanto, al descubrir la mentira, la irrealidad actual de conceptos como Europa, España o democracia. Europa no es más que la voluntad de los poderes financieros que nos han sumido en esta crisis y, además, nos la están haciendo pagar. España es sólo una delegación territorial de esos poderes  que dejan vacías nuestra leyes, y huecos los derechos conquistados con dolor y sangre.

De esta crisis no saldremos nunca sin decidir comprometernos con la realidad que nos ha tocado vivir. Sin crear desde abajo una nueva realidad política, económica, social, y ecológica. Una democracia real que sea fruto de un radical cambio cultural y ético. Ese que empieza porque el pueblo no regale nunca su poder basado en la mentira, que, como mucho, lo preste por su propio interés, bajo su propio control, y como ocurre en los contratos hipotecarios, con pacto de vencimiento anticipado y desahucio en caso de un solo incumplimiento.

Lo bueno de estar atrapado es que no podemos seguir huyendo. Ya sólo nos queda, como una salida digna y viable, unirnos y luchar.


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