viernes, 16 de marzo de 2007

A los ricos melones

Al “Pipi”, el “Rubio Pastor”, “Banderas” y “Piobas” (In memoriam)Por esta época del año en que escribo -“por San José nacíos o por nacer”- se sembraban los melones de secano. El “Pipi”, el “Rubio Pastor”, “Banderas” y “Piobas”, echaban “a medias” melonares en las dos Parrillas, la Vieja o la Nueva. En la “volcá” de la Parrilla Vieja, o de la Casilla de Pío, hacia el arroyo, o más hacia Villalón, por debajo de las tierras que después fueran de Palacio, descubrí desde niño el valor de la amistad, cuando falta casi todo lo demás. Los antes mencionados meloneros fueron los mejores maestros, compartiendo sufrimientos para sacar adelante aquellos melones amarillos tan dulces; mimados a base de escardillo y de “plané”, porque a falta de agua lo mejor era levantarles el polvo y echarles tierra fina y un poco húmeda en la cruz. Aquellos manjares, que se esperaban cortar para el día de la Virgen, eran cosa que hoy no se come, que ya no existe; como aquella amistad tan familiar, tan sencilla, de unir las suertes, de compartir un melón algo caliente y unas risas, a media tarde en la “enramá”. Para los que no los conocieron, El Pipi, era el marido de la Patrocinio; eran más que vecinos, cuando casaron al “Caballo” con la Nati “la Pulga”, y por poco me pongo malo de arroz con gallo y carne con tomate. ¡Como lloraba la Patri, su hija, cuando se fueron a Barcelona¡. También lloraba cuando su hermano Matías se fue unos días porque quería ser torero. Compartíamos el pozo que daba la mitad a cada patio, al que alguna vez me bajó mi padre amarrado a una soga para limpiarlo o sacar algún cubo imposible de rescatar incluso con aquel artilugio con muchos ganchos. El “Rubio Pastor”, Manuel Cárdenas, fue el padre de los Soleaos, de Pedro, de Pepe, de Domingo, ….del pobre Rafalín, que en paz descanse. Antonio el Molinero era su hermano, y tan “Rubio”, como mi sobrino, que heredó la mita del apodo. No podría explicar con palabras la profunda amistad que los dos fraguaron con mi padre en torno a la proximidad de los melonares, a ayudarse a criarlos y a venderlos juntos. A los hijos también nos unió la misma relación, recuerdo con especial cariño a Rafalín; él o el Domingo y yo, con nuestras burras hicimos muchos viajes de la Parilla al Ochavillo, con nuestras cargas de melones, o apostados con las bicicletas para dejarnos atrás las nubes de mosquitos que nos perseguían, al volvernos casi de noche al pueblo, en los meses de julio y agosto. Mención aparte tengo que hacer de otro insigne melonero, al que traté de más mayor con frecuencia en la Parrilla Nueva, Antonio Hens, “El Banderas”, que me dejó el mejor de los recuerdos. Parece que lo estoy viendo, alto y enjuto, con un cigarro cayéndole de la boca entreabierta que dibujaba una media sonrisa entre la negra barba de tres días. A esa edad aprendes rápido a conocer a la buena gente entre los mayores: son los que están dispuestos a pararse tranquilos, a hablar pacientemente de la vida con un niño como tú.El melonar era una forma de vida veraniega, al que se unían cuidar las cinco cabras más malas que hayan nacido, criar una piara de pavos y un pequeño huerto de tomates, pimientos y habichuelos, aprovechando el agua de una fuente o una poza, que garantizaban el picadillo, y el salmorejo. Las sobras del melonar y el huerto y los rastrojos vecinos daban de sí para que hubiera pavos y chivos que vender en Nochebuena. La suerte jugaba su carta cada año, los compradores siempre a por el sudor y la sangre del pobre melonero. Los que se vendían en Ochavillo salvaban los garbanzos. En una ocasión mi padre se armó de valor y llevó un camión a Barcelona. Cuando llegó le regatearon el precio, y les dijo que prefería tirarlos, ordenando al camionero que tirara para Hospitalet. Los vació en una esquina, y nada más terminar, sin haber vendio ninguno, llegaron los municipales. Pero, casi al mismo tiempo pasó, un ochavillero que, al ver la situación cundió la voz, y los melones, mejor vendidos, desaparecieron en menos que se persigna un cura loco. La solidaridad evitó la tragedia. ¡CUANTAS VECES CONTÓ MI PADRE ESE SUCEDIDO PRESUMIENDO DE OCHAVILLO Y DE SU GENTE¡

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